Un estudio de casos define a la economía social como “tercera posición entre el economicismo liberal y el centralismo estatal”.

Lo asociativo posee cualidades asombrosas. Es el caso de la Asociación Civil Sabe la Tierra, que empezó a funcionar en octubre de 2009 en la bonaerense Acasusso con 16 puestos y hoy cuenta con tres mercados en San Fernando, Tigre y Vicente López, con una dinámica en la que los productores entran en contacto directo con los consumidores desafiando los métodos de producción y consumo tradicionales. Es lo que se conoce en el mundo como Comercio Justo. Sabe la Tierra fue analizado por Paula Calvo y Melisa Espagnol en el libro La economía social del siglo XXI, ideas y experiencias argentinas y latinoamericanas (Ediciones Corregidor).

El libro, compilado por Mario Elgue, actual presidente de la fundación Cieso (Centro de Investigaciones de la Economía Social), también se detiene en cómo se financian los emprendimientos sociales. Las autoras Leila Litman y María Eva Raffoul Sinchicay describen el caso de la Fundación La Base, que se dedica a los microcréditos solidarios y presta apoyo a las cooperativas de trabajo. La Base desarrolló dos modelos: el de préstamos para inversión y el de la línea de efectivo.

 

Otra experiencia fascinante es la de la Asociación de Pequeños Productores Agropecuarios y Forestales de Alberdi (APPAFA), que agrupa a más de 100 familias campesinas de distintos parajes al norte de la provincia de Santiago del Estero. Todo arrancó, según escribe Rubén de Dios, en 2006 ,cuando dos grupos de familias recibieron un subsidio que destinaron a la APPAFA para la compra de un tractor, una pala y otros implementos para la construcción de represas individuales y comunitarias para el abastecimiento de agua para el ganado vacuno.

Y es imperdible la historia que Omar Malondra cuenta sobre el origen de las cooperativas eléctricas y de servicios desde comienzos del siglo XX en la provincia de Buenos Aires y la pelea a brazo partido por su vigencia. Hoy son sistemas que prestan todo tipo de servicios.

A juzgar por los casos descriptos, la economía social parece reproducirse sin pausa al compás de acertadas políticas públicas. Elgue define a la economía social como la tercera posición entre el economicismo liberal y el centralismo estatal.

En el libro se destaca el fenómeno de la economía solidaria. También, el fracaso gubernamental en Venezuela. Oscar Bastidas Delgado señala lo que ocurre en el país caribeño: “Hay una indiscutible existencia en nuestro país del mayor cementerio de cooperativas del mundo y de un ejército de frustrados que se subieron al barco del cooperativismo y no llegaron a puerto alguno”.

Venezuela contrasta con la economía social impulsada por las políticas públicas en Brasil, de acuerdo con los autores Leandro Pereira Morais y Miguel Juan Bacic. Otro autor, Mariano Pianovi, trae a la luz el peso de la cultura al analizar lo que sucede en Paraguay, donde la economía social tiene fuertes raíces en sus tradiciones y pueblos originarios. “Los guaraníes encontraban en el Jopói (reciprocidad ) su modo de producción más relevante. Para los guaraníes, el trabajo se vinculaba estrechamente a una responsabilidad comunitaria de ayuda mutua”.

Los casos que refleja el libro tienen el común denominador del éxito. Imposible leerlo sin sentir una sacudida de extrañamiento.